miércoles, 27 de noviembre de 2013

Mirando las estrellas: una historia de los descubrimientos

La historia de nuestros conocimientos modernos sobre el espacio exterior comenzó en Oriente. Si bien en general todos los pueblos se han dedicado a observar el cielo para distintas aplicaciones, fue en Grecia, en el  350 a.C. que Aristóteles sugirió que la naturaleza aborrece el vacío, un principio que se conoce con el nombre de horror vacui. Por su parte, el astrólogo chino Zhang Heng del siglo II de nuestra era se convenció de que el espacio debía ser infinito, extendiéndose más allá del mecanismo que soportaba al Sol y las estrellas. En los libros que han sobrevivido de la escuela de Hsüan Yeh, dice que los cielos no tiene límites, "vacíos y carentes de sustancias".

En Occidente siempre estuvo muy extendida la teoría de Parménides (basada en la de Aristóteles) de que no es posible que el espacio esté vacío. En 1640, Galileo Galilei demostró que había una fuerza que resistía la formación del vacío (la masa está sujeta a la gravedad). Su discípulo Evangelista Torricelli fue el primero en crear, en 1643, un aparato que produjera un ambiente vacío, experimento que resultó en el primer termómetro de mercurio. Por su parte, Blaise Pascal razonó que si la columna de mercurio estaba sostenida por aire, entonces la columna debiera ser más corta en las alturas elevadas donde la presión del aire es más baja. Esto quedó demostrado en 1648 cuando su cuñado, Florin Périer, hizo el experimento de subir al la montaña Puy-de-Dôme, Francia, y descubrió que la columna era tres pulgadas más corta.

Los siguientes cambios revolucionarios se producirán en el siglo XX, cuando el hombre viaje a las estrellas.

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